Retos del normalismo rural

La Jornada, 16 de octubre de 2018 

Silvano Aureoles detesta las normales rurales. Tanto así que, para celebrar los 50 años de la masacre del 2 de octubre en Tlalteloco, se dedicó a atacar públicamente a la Normal Rural Vasco de Quiroga, de Tiripetío, la más antigua del país.

En su discurso en Diálogo por Michoacán, el gobernador de la entidad se fue de frente contra esa institución educativa. “Todo mundo sabe –dijo– que esa escuela la utilizan mucho para rollo de adoctrinamiento. En lugar de formar profesores es para adoctrinarlos en las locuras que traen algunos, que por cierto no son de aquí siquiera del estado. Para andar metiéndoles ideas a los muchachos que luego traen de rehenes”.

No son nuevos los ataques del mandatario estatal contra Tiripetío. Año con año, acostumbra combinar la denostación con los golpes. De manera que, mientras los acusa de vándalos, violentos, transgresores de la ley y manipulados, envía a la policía a pegarles.

No es el único político que aborrece estas escuelas. En Chiapas, desde finales de junio de este año, el gobernador Manuel Velasco ha soltado una y otra vez a los perros para apalear a los jóvenes estudiantes de la Escuela Normal Rural de Mactumatzá. Y, en otras entidades, multitud de funcionarios se llenan la boca con epítetos que escupen contra estas instituciones académicas y sus alumnos: ollas de grillos, fascinerosos, provocadores, son algunas de las descalificaciones que usan. Ahora, además, se les quiere asociar ya no sólo con grupos armados, sino con el crimen organizado.

A pesar de ello, algo cambió desde el 26 de septiembre de 2014. La tragedia de Ayotzinapa colocó en el centro del debate nacional la situación de las normales rurales. Puso a flor de piel el acoso de que son víctimas, evidenció la estigmatización que sufren sus alumnos, y mostró la precariedad de sus instalaciones y presupuestos. Hoy, hay muchas más personas y medios que hablan sobre estas escuelas con información fidedigna de lasque se ocupaban de ellas antes de esa fecha.

Eso no significa que se haya detenido el clima de acoso en su contra ni la campaña de odio hacia sus integrantes. Durante 2017 fueron salvajemente reprimidos las estudiantes de Cañada Honda (Aguascalientes), de Panotla (Tlaxcala) y los muchachos de Tiripetío (Michoacán). En 2018 se han cebado sobre Mactumatzá y la José Guadalupe Aguilera (Durango).

Parte de los ataques en su contra utilizan los cursos de inducción que los aspirantes de nuevo ingreso deben tomar para enfrentar los retos de una educación a contracorriente. En muchos medios de comunicación se les presenta como salvajadas, Los jóvenes sostienen que no son novatadas sino cursos para que quienes llegan se familiaricen con la escuela y demuestren que son hijos de campesinos capaces de dominar las labores del campo. Uno de los retos que el normalismo rural enfrenta es explicar a la opinión pública que efectivamente son eso y no perradas denigrantes...