La Jornada, 30 de octubre de 2018
El sexenio de Enrique Peña Nieto termina como se inició: marcado por la lucha de los pobladores de San Salvador Atenco en defensa de sus tierras, de su territorio y del lago de Texcoco.
El 11 de mayo de 2012, el entonces candidato a la Presidencia del PRI visitó las instalaciones de la Universidad Iberoamericana (Uia) en Santa Fe, para sostener un encuentro con los estudiantes. Se topó con una desagradable sorpresa: centenares de jóvenes le reclamaron estruendosamente su papel en la represión a Atenco.
Peña se responsabilizó de los hechos. “Tomé la decisión de emplear el uso de la fuerza pública para restablecer el orden y la paz… fue una acción que asumo personalmente”, respondió. La indignación estudiantil estalló. El candidato abandonó atropelladamente las instalaciones de la Uia entre abucheos y gritos de ¡Fuera Peña!
Surgió entonces un masivo y vigoroso movimiento estudiantil que atravesó sorpresivamente la campaña electoral y marcó a una generación: #YoSoy132. Molestos por la decisión editorial de las televisoras y parte de la prensa de ocultar los hechos, utilizando con imaginación y eficacia las redes sociales, los jóvenes criticaron el papel de los medios de comunicación. Atenco fue la semilla de esta protesta.
A pesar de la inconformidad, el presidente Enrique Peña siguió con la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM). La megaobra se convirtió en el gran negocio de su administración, en el que se fundieron, en un proyecto transexenal, intereses inmobiliarios y políticos.
Hoy, a menos de un mes de dejar el poder, el todavía inquilino de Los Pinos se encuentra con que el buque insignia de su administración se ha ido a pique. Amparado en una consulta popular en la que participaron poco más de un millón de personas, el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, anunció la cancelación del NAIM y la ampliación del aeropuerto en Santa Lucía.
Curiosamente, algo similar a lo que pasó a Peña le ocurrió también a Vicente Fox durante su sexenio. El guanajuatense comenzó su periodo emitiendo un decreto expropiatorio que afectaba tierras ejidales de Atenco para construir un gran aeropuerto. A mediados de 2002, ante la protesta de los campesinos, dio marcha atrás y canceló el proyecto. Cuatro años más tarde, en mayo de 2006, de la mano del entonces gobernador del estado de México, se cobró venganza: reprimió salvajemente a los integrantes del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT). Policías asesinaron al estudiante Alexis Benhumea y al menor Javier Cortés, abusaron sexualmente de 26 mujeres, golpearon a mansalva a centenares de pobladores y encarcelaron durante años a los dirigentes. Su sexenio quedó marcado por Atenco...