La Jornada, 26 de febrero de 2019
Manuel Fernández Guasti es un físico comprometido desde hace muchos años con las causas progresistas desde la lógica de la sociedad civil. En un constructivo debate que hace 14 años tuvimos en La Jornada a propósito de la pertinencia de tan distinguida señora, él recordó un “grafiti en una barda deslavada y un poquito sucia que, confundida entre otros aerosoles de Nietzsche, Dios y Clapton, bien clarito decía: La sociedad civil no ha muerto, ¡andaba de parranda!
Le respondí con una pregunta: ¿es hoy la sociedad civil un concepto útil para explicarnos los cambios políticos producidos en el país? Y una respuesta: No, no creo que lo sea.
También, recordando una reunión para discutir las posibilidades de la lucha social, en la que un campesino respondió a un intelectual que decía hablar en nombre de la sociedad civil advirtiéndole: Momento: sociedad civil serán ustedes, nosotros somos pueblo.
Apenas la semana pasada, el presidente Andrés Manuel López Obrador se metió en este debate. Su intervención levantó una polvareda.[La sociedad civil] antes era pueblo, nada más que ya se apropiaron de la sociedad civil. Yo no conozco gente de la sociedad civil, de veras, muy pocos, de izquierda, dijo. Y remató: Todo lo que es sociedad civil tiene que ver con el conservadurismo, hasta los grandes consorcios promueven a la sociedad civil; es una bandera.
Durante dos décadas (entre 1985 y 2005) el concepto de sociedad civil sirvió para que se identificaran a sí mismos un conjunto de actores no partidarios y no empresariales, que se enfrentaban al Estado autoritario, la desintegración del tejido social por parte de una modernización salvaje y la falta de derechos políticos y sociales. En un país con partidos débiles y poco arraigo, medios de comunicación electrónicos estrechamente ligados al poder y sindicatos antidemocráticos, surgió un nuevo asociacionismo nacido del encuentro de sectores de la intelectualidad crítica con el descontento social, que elaboró una agenda con dos ejes centrales: la construcción de una ciudadanía ampliada y una nueva forma de inserción en el espacio público basada en la más amplia participación ciudadana en las instituciones gubernamentales.
Esta idea la había elaborado y puesto en práctica desde finales de la década de los 70 una vertiente católica progresista que impulsó la promoción al desarrollo popular. Con ella conceptualizaron su práctica y su horizonte. La labor y la reflexión del sacerdote dominico Alex Morelli y de Luis López Lleras fue fundamental para que muchos agentes de la pastoral se vieran a sí mismos como constructores de la sociedad civil.
Parte de la izquierda mexicana, ligada a luchas sociales y con la lectura de la obra de Antonio Gramsci, se inspiró en la década de los 70 en la propuesta del revolucionario italiano sobre la necesidad de construir hegemonía (coerción + consenso) y de la sociedad civil como sujeto político-social capaz de desafiar al Estado autoritario mexicano. En 1977 Carlos Pereyra publicó su trabajo clásico sobre Estado y sociedad civil en Gramsci...