La Jornada, 31 de diciembre de 2019
Cuando, hace 40 años, estalló la insurgencia magisterial en el país, un profesor despedido desempeñó un papel fundamental en descifrar sus claves, sistematizar su experiencia y trazar el rumbo a seguir. Él era uno de los vasos comunicantes entre la lucha magisterial de 1956-60, la resistencia de los años 70 y el ascenso iniciado en 1979. Su nombre es Rubelio Fernández Dorado.
En su biografía se cruzan más de 60 años de lucha docente y 55 de una parte del maoísmo mexicano. Fundador de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), dirigente –junto con el profesor Edelmiro Maldonado– de una prolífica incubadora de líderes nacida en 1972 y bautizada como Frente Magisterial Independiente Nacional (FMIN), Rubelio recorrió durante años escuelas de todo el país, especialmente del sureste. Incansable, dio conferencias, impartió cursos de formación político-sindical, trazó orientaciones y elaboró documentos sobre la lucha docente y la emancipación proletaria.
Referencia política real en la Coordinadora, siempre respetó los acuerdos de las bases magisteriales, aunque difiriera de ellos. A diferencia de otros líderes de corrientes político-sindicales que intentaron negociar con funcionarios de gobierno a nombre del movimiento, el profesor Fernández nunca suplantó a las representaciones legítimas de los maestros en los estados. Más aún, rehuyó el trato con el poder como si fuera la peste.
Rubelio nació el 26 de marzo de 1939 en Guadalajara, Jalisco. Sus papás, Emilia Dorado Baltazar y León Fernández Caudillo, eran maestros militantes del Partido Comunista Mexicano (PCM). Estudiante en el internado de Nayarit, se vino a vivir con su padre a la Ciudad de México con 13 o 14 años de edad. Ingresó a la Escuela Secundaria Anexa a la Normal Superior, y conoció al profesor Othón Salazar, quien se convirtió en su mentor político. Fue el primer secretario general estudiantil de esa escuela. Expulsado de allí por defender a unos muchachos que se robaron unas plumas, entró a la Nacional de Maestros y cursó la carrera docente.
El joven Fernández llegó a la Nacional de Maestros cuando la escuela estaba controlada por el grupo de los guerrerenses. Ellos manejaban el internado y el comedor. Nos tocó enfrentar esas bandas hasta derrotarlos, explica. Fue secretario general de la escuela y participó en tres huelgas; en una de ellas el Ejército tomó la Normal.
Rubelio fue el último estudiante de su generación en recibir plaza. Tenía tres días de maestro de banquillo cuando estalló el paro de la sección 9, a la que pertenecía. Sin dudarlo se incorporó al movimiento. Su cese fue automático. Fue reinstalado 13 años después. Entre tanto se incorporó activamente a las filas del Movimiento Revolucionario del Magisterio, donde militó hasta que Othón Salazar se incorporó de lleno al PCM y a la campaña presidencial de Ramón Danzós Palomino. En ese momento rompió con ellos...