La Jornada, 14 de julio de 2020
El huracán del libre comercio devastó el campo mexicano, arruinó a pequeños y medianos agricultores y obligó a millones de pequeños campesinos a migrar a Estados Unidos o a campos agrícolas del noroeste del país. El libre tránsito de mercancías agrícolas entre fronteras, con pocas regulaciones, puso a competir a desiguales en condiciones de igualdad.
No sólo eso. Trastocó radicalmente la dieta de las clases populares provocando una epidemia de obesidad, desnutrición y diabetes, cuyas consecuencias afloran hoy con la crisis del Covid-19. Según un estudio publicado por The New York Times, “en 2015, los mexicanos compraron en promedio mil 928 calorías de comida empaquetada y bebidas al día –380 calorías más que en Estados Unidos–, más que las personas de cualquier otro país”.
La apertura comercial del agro comenzó antes de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en enero de 1994. La libre importación de productos agropecuarios caminó de la mano del desmantelamiento de los precios de garantía y su alineamiento con precios internacionales. El tratado fue más allá, profundizando esta liberalización. Obligó a pasar de una mera relación comercial a una abigarrada integración subordinada económica-productiva. Fue el candado que cerró la puerta de las reformas neoliberales en el agro.
El TLCAN propinó un golpe demoledor al cultivo de granos y oleaginosas. México quedó a expensas de las veleidades del mercado mundial. Importamos más de 45 por ciento de los alimentos que consumimos. Estados Unidos provee casi la mitad de ellos. En 2018 se importaron 23 millones de toneladas de granos básicos, equivalentes a cerca de 4 mil 910 millones de dólares. Se compró del exterior 82.2 por ciento de maíz amarillo, 86 por ciento de arroz, 70 por de trigo, 13 por ciento de frijol y 39.3 por ciento de carne de cerdo. Muchos de estos productos son sobras. Importamos para consumo humano 6 millones de toneladas de desechos, subproductos o residuos de comida estadunidense.
El tratado provocó la pérdida de unos 2 millones de empleos agrícolas. Poniendo en riesgo vida y salud, los expulsados de la tierra marcharon, sin papeles o con ellos, a la nación de la gran promesa. México se convirtió en el mayor corredor migratorio del mundo.
Heroicamente, contra viento y marea, los campesinos milperos han mantenido la producción de maíz blanco. Apoyados por las remesas que reciben de sus parientes en Estados Unidos, han hecho de sus unidades económicas de producción trincheras donde mantienen vivas sus semillas, sistemas productivos y la cultura asociada a ellas...