La Jornada, 18 de agosto de 2020
“¡Fuera Televisa! ¡Fuera Televisa!”, gritan enardecidos centenares de maestros en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, mientras las camionetas de la televisora ponen pies en polvorosa.
Apenas unas horas antes de ese 2 de octubre de 2013, Manuel Velasco, gobernador del estado, había dado el claquetazo para iniciar las grabaciones de la telenovela Quiero amarte en la antigua Ciudad Real. La indignada reacción de los docentes contra el monopolio televisivo fue su respuesta espontánea a la campaña de lodo y calumnias orquestada por la televisora en su contra.
Días antes, el 3 de agosto, en la Ciudad de México, los profesores organizaron vallas humanas en los alrededores de las instalaciones de Televisa para impedir el acceso al personal de la empresa, en protesta por el linchamiento en su contra montado por la televisora. Simultáneamente, otro contingente de docentes se trasladó hasta las oficinas de Tv Azteca y bloqueó la lateral de Periférico Sur para reclamar en contra de la oleada de infundios que la compañía de Ricardo Salinas Pliego desató en contra de los trabajadores de la educación.
Estas dos muestras de descontento magisterial contra las televisoras son apenas pequeñas evidencias de la enorme rabia docente contra los monopolios mediáticos presente en prácticamente todo el país. Nunca cesaron a lo largo de los seis años del sexenio de Enrique Peña Nieto. Siguen vivas y a flor de piel ahora. Fueron (son) la airada respuesta de los profesores de banquillo a una inclemente agresión de la telecracia para ofenderlos a ellos y demeritar a la educación pública.
Cada día, durante todo el sexenio de Peña Nieto, en telediarios, shows de variedades, barras de opinión y mesas redondas sobre la coyuntura se lanzaron toneladas de basura en contra de los mentores que rechazaban la reforma educativa. Uno tras otro, se divulgaron a través de la televisión montajes periodísticos, reportajes llenos de mentiras, noticias falsas y calumnias contra los dirigentes del movimiento. Casi nunca se les dio a los acusados el derecho de réplica.
Energúmenos comentaristas televisivos emprendieron una cruzada moral contra los maestros democráticos y, señalándolos con índice de fuego, les imputaron las peores felonías. Los acusaron de secuestrar a la niñez y la educación, de mantener en la ignorancia al pueblo de México. Los acusaron de ser vagos irresponsables, culpables del abatimiento de los niveles educativos...