Las andanzas de Lele

La Jornada, 17 de noviembre de 2020

Una enorme muñeca de seis metros de alto recorrió tres continentes el año pasado. La bautizaron como Lele, que significa bebé en otomí. Es una réplica de la tradicional muñeca de trapo que en 2017 fue nombrada patrimonio cultural del estado de Querétaro, elaborada por artesanas de Amealco de Bonfil.

Lele viajó a Madrid, Londres, Sidney, Shanghái y San Francisco, Los Ángeles y Montreal. Fue parte de un programa promocional auspiciado por el gobierno panista de la entidad no para difundir la cultura otomí, sino para promocionar la marca Querétaro. Es una muestra de cómo en México políticos y empresarios aman las artesanías indígenas cuando lucran con ellas, pero aborrecen a las artesanas que las elaboran.

El pasado 17 de diciembre, Lele llegó al Monumento a la Revolución en la Ciudad de México, en el marco de la Feria de la Muñeca Otomí. Se trató de un evento más cercano a la folclorización de la cultura de los pueblos originarios que a la reivindicación de su identidad. Después de todo, el indígena folclórico sirve a los negocios o a la legitimación política de otros.

La atención mediática que en su momento suscitó Lele contrasta con la limitada información sobre la toma de las instalaciones del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI) por parte de la comunidad otomí en la Ciudad de México. Ambos hechos involucran a los otomíes. En un caso, se festeja la imagen pintoresca de los pueblos originarios; en el otro, se invisibiliza a sus integrantes de carne y hueso.

Pero la situación de la comunidad otomí es más grave que la simple banalización comercial o el menosprecio de sus demandas. Quienes viven en edificios o predios indígenas dentro de colonias de la clase media de la ciudad, como la Roma, padecen el racismo y la discriminación más pedestres. No son pocos los inquilinos acomodados que consideran que otomíes, mazahuas o triquis afean su barrio.

Algunos han llevado el desprecio aún más lejos, agrediéndolos.

La lucha de la comunidad otomí por vivienda digna es parte de una larga historia de participación de los pueblos indígenas en las filas del movimiento urbano popular (MUP) en México. San Miguel Teotongo es una de las colonias más relevantes en la organización autónoma de pobres urbanos en la capital y durante años bastión de la Unión Popular Revolucionaria Emiliano Zapata (UPREZ). Nació de un grupo de chocololtecos que, como cuenta Pedro Moctezuma, en 1970 salieron de Santiago Teotongo, en la Sierra Mixteca, para llegar a la Sierra de Santa Catarina, donde fundaron un nuevo asentamiento urbano, reinventando prácticas comunitarias (asambleas, faenas y duelos) (https://bit.ly/35tIXiN)...