La jornada, 20 de enero de 2004.
Dos elementos claves en la fundación del nuevo desorden internacional son el keynesianismo militar y la política del miedo. El incremento en su gasto militar ha provocado un crecimiento moderado de la economía de Estados Unidos. Las grandes beneficiarias de la guerra contra el terrorismo han sido las compañías proveedoras de material bélico. Estas empresas son uno de los principales apoyos de la administración Bush y del Partido Republicano. La política del miedo ha permitido justificar los grandes gastos gubernamentales en armamento y fortalecer el liderazgo conservador en Washington.
De acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), las nuevas reglas impuestas por Estados Unidos después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 provocaron un aumento hasta de 64 mil millones de dólares en el gasto militar mundial (La Jornada, 9/01/04).
El presupuesto bélico en el planeta, como parte del gasto gubernamental, se incrementó de 7 por ciento en 2000 a 7.3 por ciento en 2002. De acuerdo con el Instituto de la Paz (SIPRI) ha crecido en 6 por ciento en términos reales desde 1998, y representa 2.5 por ciento del producto interno bruto (PIB) de todo el orbe. Esto es, se invierte en armamento cada año un promedio de 128 dólares por persona, más de lo que decenas de millones de seres humanos tienen para vivir.
Estados Unidos ocupa el primer lugar en gastos militares del globo. Más de cuatro de cada 10 dólares invertidos en ese rubro provienen de esa nación. Es también el principal productor de armas en el mundo. Entre 1998 y 2002 efectuó 41 por ciento de las ventas. Siete de las 10 más grandes industrias bélicas están establecidas en ese país. Su gobierno apoya con financiamiento barato la adquisición de armamento estadunidense por otros países. Por ejemplo, en diciembre de 2002 la empresa Lockheed Martin vendió jets de combate a Polonia; en esta operación la administración de Bush apoyó con un crédito de 3 mil 800 millones de dólares.
El incremento en los desembolsos bélicos ha reanimado la alicaída economía estadunidense y guiado su recuperación. Ha provocado que se "bombee" casi un 5 por ciento más de dinero, y provisto un estímulo que la mera baja de intereses en los préstamos o la disminución de impuestos no habría podido propiciar. En los momentos más álgidos de la guerra contra Irak, la economía del vecino del norte tuvo un crecimiento de 3.3 por ciento del PIB; según diversos economistas, cerca de 60 porciento de ese aumento se debió a gastos militares.
Al gobierno republicano no le importa que esa inversión no construya la infraestructura pública necesaria para un desarrollo sostenido, ni que tenga efectos negativos en educación o salud. En lo inmediato, de cara a las próximas elecciones, esta política crea efectos de crecimiento en el corto plazo...