La jornada, 22 de junio de 2004
Entre los saldos que quedan a los organizadores de la convocatoria a la movilización del 27 de junio, aun antes de que se efectúe, está el de haber generado en la opinión pública una sensación de incertidumbre y miedo. Horas y horas de transmisión en los medios de comunicación electrónicos advirtiendo sobre el clima de inseguridad que existe en la ciudad de México (y en el país) han terminado por hacer de ese ambiente una realidad. La difusión reiterada de imágenes de violencia en la televisión ha cargado la atmósfera pública de temor.
El miedo, se sabe, es un entorno favorable para el florecimiento de las políticas de mano dura que tanto gustan a la derecha. En la zozobra hacen su agosto quienes llaman al orden por encima de cualquier otro valor. En la incertidumbre social el pensamiento crítico se ahoga. El autoritarismo es la vocación de quienes llaman hoy a "¡Rescatar a México!" No en balde la organización clandestina de ultraderecha El Yunque, firmemente implantada en Los Pinos, desempeña papel tan importante en la organización de la protesta (Proceso, 20 de junio de 2004).
No es la primera ocasión en que la política del miedo se pone en práctica en nuestro país para contener el avance de las fuerzas progresistas.
En 1994 Ernesto Zedillo ganó las elecciones presidenciales desplegando una enorme campaña para atemorizar a los votantes. Tres años después, figuras y asociaciones ciudadano-empresariales (varias coincidentes con los convocantes a la marcha del 27 de junio) montaron una ofensiva contra el gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas, utilizando el pretexto, como ahora, de la lucha contra la inseguridad pública. La asonada fracasó al no poder convertir el ruido en los medios de comunicación en movilización callejera. Sus promotores fueron premiados, en cambio, con cargos públicos en el gobierno de Vicente Fox.
Acostumbrados a ocultar su verdadera identidad y a hacer política a través de organismos de fachada, educados en la usurpación de la voluntad popular (sea la de los padres de familia o la de las mujeres), los promotores del "rescate de México" esconden su filiación institucional firmando su llamado en nombre de la sociedad civil. Secuestran así el nombre de todos en beneficio de unos cuantos.
La sociedad civil es, por principio de cuentas, irrepresentable. Las cámaras patronales, líderes empresariales, grupos de ultraderecha y asociaciones ciudadanas contra la violencia no son la sociedad civil, sino apenas una parte de ella. No tienen derecho alguno a hablar en nombre del conjunto. Hacerlo es un robo, una mascarada para disimular su verdadero ser...