Recuento

La Jornada, 03 de abril de 2001

El EZLN y el movimiento indio son actores que llegaron para quedarse. Su forma de hacer política es distinta a la usual: tienen un pie en la tradición y otro en la modernidad. En una época de incertidumbre han demostrado ser actores confiables: hacen lo que dicen y dicen lo que hacen.

Aldo González asistió al Palacio Legislativo de San Lázaro el pasado 28 de marzo. Es uno de los asesores del Congreso Nacional Indígena. Zapoteco, presidente municipal de Guelatao, Oaxaca, defensor de los bosques de la Sierra Juárez, promotor de la lucha en contra de la biopiratería y se sentó con el bastón de mando de su comunidad del lado izquierdo y con una computadora portátil a la derecha.

El representa al nuevo movimiento indígena mexicano que asistió a la Cámara de Diputados a hacer oír su voz. Es, simultáneamente, una autoridad tradicional, un representante municipal y un dirigente nacional. Sin conflicto defiende sus raíces y utiliza las herramientas de la modernidad. Pelea por la defensa de los recursos naturales de su pueblo y por su cultura. No quiere que su comunidad se aísle, pero tampoco que pierda su identidad en nombre de un progreso que en su región ha significado expoliación.

Como él, participaron en la reunión entre legisladores y zapatistas más de 200 representantes de pueblos originarios. Fueron a defender la iniciativa de reformas constitucionales en materia de derechos y cultura indígenas elaborada por la Cocopa. Hicieron acto de presencia para decir: "Aquí estamos. Somos los que somos. Los descendientes de los más primeros. Seguimos estando. Somos pueblos indios. Queremos que se reconozcan nuestros derechos".

Ellos y lo que representan fueron, junto a los zapatistas, los principales ganadores de la jornada de lucha que se inició el pasado 24 de febrero. Sin duda, el asunto indígena está hoy en el centro de la agenda política nacional. No habrá solución al conflicto de Chiapas sin una solución a las demandas indígenas de reconocimiento constitucional. La verdadera reforma del Estado comenzó con la caravana zapatista. Y será una caricatura de reforma, si pretende dejar de lado a los pueblos indígenas.

Pero el triunfo fue tan grande que alcanzó para muchos. Aunque la apuesta inicial del presidente Fox de convertir la movilización social en una fuerza de presión a favor de la firma de la paz al margen de la solución del conflicto fracasó, su flexibilidad ante la protesta y su disposición para cumplir con las condiciones zapatistas para reanudar el diálogo dieron frutos. El proceso de paz se encuentra hoy en mejores condiciones de lo que estuvo en los últimos cuatro años del gobierno de Ernesto Zedillo...