La jornada, 05 de abril de 2005
El desafuero de Andrés Manuel López Obrador es un hecho. El dictamen de la sección instructora de la Cámara de Diputados anticipa el resultado final de la votación del jurado de procedencia de este jueves. Difícilmente habrá sorpresas. El jefe de Gobierno de la ciudad de México perderá su fuero.
La decisión de la sección instructora no expresa la libre decisión de sus integrantes, sino los compromisos a los que responden. Su dictamen no fue un voto en conciencia. No fue el resultado exclusivo de una negociación entre partidos políticos. La resolución esconde un acuerdo básico, de fondo, de los poderes fácticos que controlan la vida política y económica del país. Los diputados Rebeca Godínez, Cuauhtémoc Frías y Álvaro Elías fueron tan sólo el vehículo para materializar un veto acordado en otro lado.
Los poderes fácticos decidieron bloquear una opción política a la que temen. Esos poderes han utilizado al PRI y al PAN para que representen sus intereses y no ven en López Obrador un mediador al que puedan tripular ni someter. Optaron así por excluirlo, al margen de que se trata de una fuerza real e institucional, y de la poderosa corriente de opinión a favor del tabasqueño que se creó en los meses recientes.
No existen hoy dentro de la política institucional y del marco legal herramientas suficientes para romper este bloqueo. No lo permiten los poderes fácticos. La ruta de los tribunales es un camino hacia el pantano. Sólo modificando las reglas del juego que han regulado la competencia de las elites se podrá revertir la exclusión de los sectores subalternos. Sólo liberando la energía social contenida y fundando un movimiento político alternativo que acorrale a los grupos de interés se podrán establecer condiciones equitativas de competencia y de pleno acceso a la justicia.
Dos campos políticos antagónicos se han constituido con claridad. Y lo que está en disputa entre ellos va más allá del futuro de López Obrador como candidato ala Presidencia de la República.
El dilema que enfrentan es: profundización democrática y construcción de un Estado incluyente o restauración autoritaria. Y para dirimir esta disyuntiva deberá definirse quién cerca a quién, quién aísla a quién, quién gana la contienda por la legitimidad.
Un movimiento de estas características es mucho más parecido al Frente Democrático Nacional (FDN) que impulsó la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas en 1988 que al actual PRD. El programa, estructura y funcionamiento del partido del sol azteca son insuficientes para enfrentar los retos del momento. La resistencia civil desborda las siglas partidarias. Un movimiento de esta naturaleza únicamente puede nacer de la multiplicación de comités ciudadanos en regiones y organizaciones sociales, así como de espacios de intervención para individuos...