País Vasco: diálogo y provocación

La jornada, 31 de mayo de 2005

Madrid. Los procesos de paz tienen dos momentos críticos fundamentales: inicio y conclusión. Durante estas dos fases los actores que los objetan se empeñan en descarrilarlos. Primero, buscando que aborte; en su última etapa, procurando que no se firmen.

No todas las fuerzas que dentro de una sociedad sacudida por un conflicto armado dicen querer la paz están comprometidas con ella. El fin de la violencia trae necesariamente ganadores y perdedores. Y no es extraño que los perdedores se empeñen en reventar la negociación por cualquier vía.

El comienzo del diálogo de paz entre el gobierno español y ETA no ha sido la excepción a esta sencilla regla. En un acto que pareció ser una provocación para reventar el arranque del proceso, Arnaldo Otegi, dirigente de la proscrita organización política Batasuna, fue encarcelado por un juez. Liberado bajo fianza, fue detenido luego de ser citado para explicar su presunta participación en el financiamiento de la organización independentista a través de las herrico tabernas.

El diálogo de paz siempre y cuando ETA deje las armas fue aprobado en el parlamento español por todos los partidos excepto el derechista Partido Popular (PP). Desde entonces esta agrupación política, que no se ha repuesto de la derrota electoral que sufrió el año pasado, ha procurado por todas las vías frenar el proceso.

Los disparos contra el diálogo no provienen, sin embargo, sólo de la oposición de derecha. José Bono, actual ministro de Defensa, españolista y miembro distinguido de la generación de militantes del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) desplazada por la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero, declaró a El País que tiene "más confianza en la Guardia Civil que en la negociación".

Las encuestas muestran que más de 60 por ciento de los ciudadanos del Estado español están de acuerdo con la iniciativa. Hecho notable si se considera que en los últimos años se puso en marcha desde el gobierno de José María Aznar una campaña de crispación política y criminalización del nacionalismo vasco que asfixió y envenenó la atmósfera pública, al tiempo que estimuló la formación de un clima favorable para el crecimiento de un nacionalismo excluyente y autoritario.

La apuesta por capitalizar este ambiente, acusando a ETA de ser la responsable de los atentados terroristas del 11 de marzo de 2004 en Madrid, al margen de cualquier evidencia, provocó en parte la derrota electoral del PP. La sociedad española rechazó la burda manipulación, como antes se había opuesto a la participación de su país en la guerra. A pesar de ello, la derecha española sigue insistiendo en su estrategia de polarización y encono alrededor del contencioso vasco. De acordarse la paz sufriría un irreparable descalabro político...