La jornada, 28 de junio de 2005
Al vertiginoso avance de la política institucional convertida en pesadilla los zapatistas oponen la velocidad de las resistencias hechas sueño. A la vorágine y el pragmatismo sin principios de los de arriba, los rebeldes le enfrentan la propuesta igualitaria nacida de las resistencias de los de abajo, que supera la inmediatez.
Aunque los ritmos, tiempos y espacios en los que se desenvuelve la pesadilla son diferentes a los que rigen los sueños de quienes resisten, de vez en cuando estos últimos incursionan en los tiempos del poder y los trastocan. Así sucedió en enero de 1994. Así podría suceder ahora con la iniciativa anunciada por los zapatistas.
El EZLN difundió su declaración de Alerta Roja en un momento de fuerte deterioro de la política institucional. Aunque los reflejos autoritarios de la clase política sean grandes, la acción combinada de su descrédito, su incapacidad para enfrentar los grandes problemas nacionales y sus pleitos internos han creado las condiciones para que el nuevo desafío rebelde no sea enfrentado en bloque por el poder.
La lucha por las postulaciones a la Presidencia de la República -y en el caso del PRD por la jefatura de Gobierno de la ciudad de México- ha fragmentado a los partidos políticos mucho más allá de lo que ya estaban. Hoy, más que nunca, los partidos están partidos. Esta situación se prolongará, al menos, hasta que cada uno nombre su candidato y emprenda una difícil operación para cerrar las heridas. Pero incluso entonces la guerra de lodo en la que se encuentran sumergidos los políticos no cesará del todo.
La ofensiva del gobierno federal y sus aliados para desaforar a Andrés Manuel López Obrador fracasó. Y entre los saldos del descalabro se encuentra la reducción del margen de maniobra de Vicente Fox para atajar a sus contendientes políticos. Más que frenar a sus adversarios, el campo de acción de Los Pinos se limita hoy a tratar de potenciar sus propias fuerzas, colocando en el gabinete a elementos del ultraderechista grupo clandestino El Yunque, e intentando recuperar parte de la corriente de opinión que le permitió ganar la Presidencia de la República.
La administración pública en pleno flota a la deriva como un corcho en la tormenta. No se dirige a sitio alguno. No hay piloto. Nadie maneja el timón de la nave. Su función se limita a tratar de contener los daños.
Algo similar ocurre con el Congreso de la Unión. El desprestigio de los legisladores ante la opinión pública es directamente proporcional a su incapacidad para legislar sobre asuntos sustantivos.
La pretensión de volver a construir un bloque conservador alrededor del tema de la seguridad pública fracasó. El anhelo de reditar la masiva movilización ciudadana contra la delincuencia de hace un año se desinfló sin pena ni gloria. La derecha perdió las calles...