La jornada, 16 de agosto de 2005
Una foto. Dos hombres se saludan. Es el 2 de julio de 1996. Están en San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Participan en el foro especial para la reforma del Estado. Uno de ellos, el anfitrión, tiene un pasamontañas y una pipa y, además de dar la mano derecha, toma el codo de su interlocutor con la izquierda; el otro, el invitado, se protege detrás de unas gafas de sol y prefiere mantener un poco de distancia con su contraparte. Son el subcomandante Marcos y Andrés Manuel López Obrador.
Hoy, la imagen se ha desgarrado. Los dirigentes políticos ya no se dan más la mano. El vocero del EZLN ha hecho fuertes críticas al precandidato presidencial del PRD. El tabasqueño ha guardado silencio.
La instantánea resumía no un encuentro circunstancial, sino una convergencia de largo aliento. Los zapatistas estimaron que era posible impulsar con el cardenismo y las fuerzas que se agruparan en torno suyo un proceso de transformación que incluyera los 11 puntos que habían levantado junto a las demandas de los pueblos indios. Y buscaron formalizar esa concurrencia. Por eso estaban presentes en esa reunión no sólo López Obrador, sino también Cuauhtémoc Cárdenas.
La distancia entre los rebeldes y el cardenismo comenzó, sin embargo, no nueve años después del encuentro en el que se tomó la fotografía, sino a las pocas horas. El día del retrato los zapatistas se reunieron con una delegación amplia del PRD y pactaron el inicio de una "relación formal fundada en la solidaridad y el respeto mutuo".
Alejandro Encinas y Jesús Ortega firmaron un comunicado con el anuncio. Momentos después, Porfirio Muñoz Ledo, presidente del partido del sol azteca, desautorizó el pacto. Desde ese instante los desencuentros fueron cada vez más frecuentes y graves.
La ruptura en curso rebasa la personalidad de los dirigentes. El pleito no es una ocurrencia de Marcos ni el producto de un enojo. Mucho menos una cuestión de rivalidad personal. Un enorme foso se ha abierto entre el partido político y la fuerza político-militar e impide que caminen juntos. Sus diferencias se han vuelto inconciliables. El zapatismo no cree ya, como creyó en 1994, que alrededor del lopezobradorismo sea factible construir un movimiento de transformación política y social. Desde su punto de vista, el triunfo electoral de Cuauhtémoc Cárdenas en 1997 abrió dentro del sol azteca un daño profundo e irreparable. Un camino que desembocó, cuatro años más tarde, en la apuesta de la dirección del partido por impedir que el EZLN saliera triunfante a hacer política abierta en todo el territorio nacional. Una ruta que condujo a grupos de paramilitares chiapanecos a las filas perredistas.
Sin embargo, los reproches de los rebeldes no se circunscriben al sol azteca ni a López Obrador. Sus críticas tocan al conjunto de la clase política. "No es cierto -han dicho- que nomás estamos en contra del PRD: la otra geometría era clara en contra del PRI y del PAN"...