Morelos: siembra de concreto, cosecha de ira

La Jornada, 07 de agosto de 2007

El despojo y la depredación de los recursos naturales de los pueblos del surponiente del estado de Morelos avanza de la mano de la urbanización salvaje. La fiebre constructora y la especulación inmobiliaria enajenan tierras, contaminan aguas y transforman a los campesinos de generaciones en albañiles temporales, desempleados de por vida e inquilinos hacinados en casas sin servicios.

Esta ola constructora quiere convertir a la región de vocación agrícola en una ciudad dormitorio, edificando 50 mil viviendas en una zona donde se ubican cuatro mantos acuíferos. Para ello cuenta con la complicidad de las autoridades locales, que han facilitado licencias irregulares de uso del suelo a varias compañías.

La siembra de varillas y concreto donde antes se cultivaban hortalizas, caña de azúcar y maíz ha cosechado la ira entre los pobladores de la región. Manifestaciones, toma de carreteras, enfrentamientos con la policía y quema de vehículos oficiales se han sucedido una tras otras. Y el conflicto dista de haber llegado a su clímax.

Saúl Atanasio Roque Morales, representante de los 13 pueblos que se oponen al conjunto habitacional La Ciénega, lo ha expresado con claridad: "Ya estamos cansados -asegura- de que el gobierno nos pisotee, que siga invadiendo nuestros terrenos, que imponga leyes y normas que sólo a ellos les beneficien".

Falsamente, apoyándose en un estudio de 1974, la Comisión Nacional del Agua (Conagua) defiende que hay suficiente agua para abastecer las nuevas construcciones. Pero, a pesar de ser los habitantes originarios de esas tierras, los pueblos afectados reciben el líquido vital cada semana, si bien les va, mientras que las nuevas urbanizaciones dispondrían de él todos los días.

El agua ocupa un lugar central en la cosmogonía regional. En sus ceremonias, los pobladores fomentan la experiencia del recibimiento del oro azul. En la gruta sagrada de Coatepec se le venera. Con danzas agradecen el agua que reciben del cielo, las montañas, los bosques y las tierras. Son, asegura el Manifiesto de los Pueblos de Morelos, recientemente aprobado, "pueblos que todavía distinguen el sabor sagrado del agua viva"...