La Jornada, 04 de diciembre de 2007
No pudo Hugo Chávez ganar la prueba de fuerza en Venezuela por undécima vez consecutiva. Su proyecto de reforma constitucional fue derrotado en las urnas. Alcanzó 49.29 por ciento de los votos. Muy por debajo del apoyo que obtuvo cuando fue elegido presidente con 63 por ciento de los sufragios, o como sucedió durante el referendo revocatorio de 2004, en el que consiguió 59 por ciento.
Quienes acusaron al mandatario de dictador y de tirano tuvieron todas las garantías para hacer campaña en contra de la reforma constitucional. Televisión, radio y prensa dijeron lo que quisieron en su contra. La oposición tomó una y otra vez las calles. Sus cuestionamientos hacia la imparcialidad del Consejo Nacional Electoral (CNE) resultaron infundados. El presidente aceptó sin titubeos y con rapidez su revés.
La propuesta de reforma constitucional enfrentó una sucia campaña de desprestigio. Estados Unidos se involucró activamente en el apoyo a la oposición. Pero ello no explica el descalabro gubernamental. Así lo han hecho los enemigos de la revolución bolivariana en cada ocasión en la que ha habido consultas populares o comicios y, hasta ahora, siempre habían perdido.
La novedad este 2 de diciembre con respecto a las anteriores contiendas no es que se haya constituido una nueva mayoría opositora estable. La oposición apenas incrementó su votación en 300 mil sufragios. No, la verdadera diferencia provino de que la reforma constitucional no contó con el aval de importantes sectores del chavismo que promovieron la abstención o el voto en contra. La abstención fue muy alta.
Se opuso al proyecto el socialdemócrata Podemos, integrante de la coalición con la que Chávez triunfó en los comicios del año pasado. Objetó la reforma el general Raúl Baduel, fundador del MBR-200 y actor clave en el aborto del golpe de Estado de 2002 contra el mandatario. Rechazaron la reforma académicos de izquierda y fuerzas de la izquierda radical. Resistieron la reforma gobernadores y alcaldes chavistas descontentos con la imposibilidad de relegirse y la pérdida de autonomía.
Las razones de este rechazo son diversas. Para muchos, no era una reforma necesaria y dentro del actual marco constitucional había espacio suficiente para profundizar el cambio. Algunos señalaron graves deficiencias de técnica jurídica en su redacción. Otros más advirtieron que equivocaba la vía para procesar lo que en los hechos era un cambio de régimen; en lugar de una reforma constitucional, argumentaron, se debió convocar a una Asamblea Nacional Constituyente...