Demetrio Vallejo, el indoblegable 

La Jornada, 22 de diciembre de 2009

Este 24 de diciembre se cumplirán 24 años de la muerte de Demetrio Vallejo. Ese día un infarto al corazón le quitó la vida. Nacido en 1910, tenía entonces 75 años de edad.
Vallejo es uno de los más importantes dirigentes democráticos que ha tenido el movimiento obrero del país. Indígena zapoteco nacido en Espinal –pueblo cercano a Juchitán, Oaxaca–, trabajador ferrocarrilero desde los 18 años, encarnó, como pocos, la lucha por la independencia sindical.

Hijo de campesinos que arrendaban tierras, el menor de 11 hermanos trabajó en el campo y estudió con 17 años de edad, tan sólo hasta el tercero de primaria. Autodidacta y lector voraz de novelas, escribió a lo largo de su vida cinco libros, dos folletos, multitud de artículos periodísticos y cartas. Su prosa es clara, directa y concisa.

A pesar de simpatizar con la causa del socialismo, inicialmente no la entendió a cabalidad. En su formación teórica fueron muy importantes una serie de artículos sobre la Unión Soviética escritos por Vicente Lombardo Toledano, publicados en El Universal. “A mí me impresionó mucho su relato –escribió–y aunque no lo entendía muy bien, me pareció que de esa forma podía cambiarse la situación de miseria en que vivían (y viven) los obreros y campesinos, de México.”

En 1934, a la edad de 24 años, ingresó al Partido Comunista Mexicano (PCM). Trabajaba entonces en la comunidad de Jesús Carranza como empleado del Ferrocarril del Istmo de Tehuantepec, y luchaba junto con un grupo campesino contra el cacicazgo local. Fue fundador de la Federación de Trabajadores del Istmo en 1936.

En 1945 fue expulsado del partido sin ser juzgado y sin recibir una sola explicación de las causas de la sanción. Según él, ese organismo político fue responsable de multitud de disparates y obligaba a sus integrantes a seguir de forma tajante sus orientaciones y directivas. Junto con otros dirigentes relegados del PCM formó parte de Acción Socialista Unificada y, a partir de 1950 (y hasta 1957), del Partido Obrero Campesino Mexicano (PCOM).

Su decepción de estos partidos fue enorme: “en la cárcel me di cuenta de cómo los del POCM y del PCM se decían comunistas porque afuera se comían con sus palabras a los charros y a los jefes de la empresa, pero ahí adentro se apaciguaron, algunos hasta lloraban”...