La Jornada, 12 de octubre de 2010
En un inesperado cambio de rumbo, Felipe Calderón declaró que Andrés Manuel López Obrador (AMLO) es un peligro para México. Pasó así de una política de ni verlo ni oírlo, seguida desde que tomó posesión como jefe del Ejecutivo, a meterlo en el centro de la disputa por la sucesión presidencial de 2012.
La provocación presidencial desató un alud de dimes y diretes. Aunque López Obrador respondió con mesura, las declaraciones fueron destacadas por la prensa nacional, comentadas en la radio y discutidas en la Cámara de Diputados. El Peje ganó las primeras planas de varios diarios y una amplísima cobertura en la televisión y la radio. Sin proponérselo, mientras se dedicaba a criticar la política de alianzas de su partido en el estado de México, se colocó nuevamente en el centro de la disputa política nacional.
Felipe Calderón lleva meses dedicado de cuerpo y alma a tratar de impedir que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) llegue a Los Pinos. Tanto es así que se le ha acusado de comportarse más como jefe de su partido que como jefe del Ejecutivo. Es muy poco probable suponer que sus palabras fueron improvisadas y no parte de un plan más general. La súbita cobertura de la televisión a AMLO es un indicador de ello. Esto no significa, por supuesto, que Andrés Manuel esté de acuerdo con ello.
La declaración presidencial modificó la geografía electoral del país. De entrada, convirtió a López Obrador en el candidato natural de la izquierda, en torno al cual esa corriente política debe cerrar filas. Al hacerlo, torpedeó la alianza que su gobierno había pactado con el Partido de la Revolución Democrática (PRD) para postular candidatos comunes a gobernador en varios estados, sobre todo en aquellos en los que los postulados por el tricolor eran aliados de Enrique Peña Nieto. Con ello, las aspiraciones presidenciales de Marcelo Ebrard sufrieron un fuerte descalabro.
Una primera explicación del porqué Felipe Calderón hizo esto es que fue su respuesta ante el ascenso en las intenciones de voto en favor de López Obrador que distintas encuestas han mostrado, y ante el avance que ha tenido en sus relaciones con grupos empresariales y militantes prominentes del viejo PRI. Esta suposición es muy débil.
Aunque ese ascenso en los sondeos de opinión es real, está aún lejos de ser una amenaza significativa. Además, lejos de debilitarlo, las acusaciones del mandatario lo fortalecieron y propiciaron que su presencia en los medios de comunicación (que hasta ahora el gobierno federal había procurado limitar) creciera...