América Latina: las aguas revueltas del cambio

La Jornada, 19 de octubre de 2010

Aunque con dificultades crecientes, en América Latina la izquierda sigue ganando elecciones y sobreviviendo a sus desafíos. El pasado 26 de septiembre, en los comicios para elegir diputados a la Asamblea Nacional, el partido de Chávez y sus aliados obtuvieron 98 escaños, contra 65 que alcanzó la coalición opositora. En Brasil, el 3 de octubre, la candidata oficialista a la presidencia, Dilma Rouseff, triunfó en la primera vuelta, pero necesitará medir fuerzas en la segunda con José Serra. En Ecuador, el 30 de septiembre, Rafael Correa sobrevivió a una sublevación de una parte de la policía y del Ejército.

En la década de 1980, América Latina salió de la noche de las dictaduras militares y la represión, con la esperanza de que la democracia traería la justicia social. No fue así. Obligados a acatar las medidas del consenso de Washington, los gobiernos en turno remataron los bienes públicos en ventas de garaje, principalmente al capital español. Insertos, débil y mal, en el capitalismo globalizado, los países del área se dividieron entre una pequeña elite beneficiada y amplios sectores de la población que quedaron fuera de sus beneficios.

Las políticas de ajuste y estabilización castigaron con severidad a los sectores más vulnerables. El empleo creció de modo muy insuficiente. Los trabajadores del sector público fueron reajustados. La mano de obra de la región se enfrentó a la doble desventaja de ser más cara que la de China y menos educada que la de los países de Europa del este. Se impuso el reino de la informalidad económica. Sin redes de seguridad social relevantes ni seguro del desempleo, la pobreza creció dramáticamente.

El abandono de las funciones redistributivas y asistenciales del Estado, y la erosión de la figura del viejo Estado-nación, ocasionaron que la identidad nacional de muchos sectores populares se disociara del Estado. Los partidos políticos tradicionales entraron en crisis. Vertiginosamente, las nuevas clases políticas de se hicieron viejas.

A lo largo de casi dos décadas las movilizaciones populares en el continente, muchas de ellas indígenas, fueron incesantes. Derrocaron cuatro presidentes en Argentina, tres en Ecuador, uno en cada uno de Venezuela, Brasil, Colombia y Perú. Cuestionaron la hegemonía estadunidense en la región. Frenaron la privatización de las empresas públicas y de los recursos naturales. Construyeron un nuevo sentido común. La fuerza integradora de la vieja identidad nacional se reformuló ante el empuje de las reivindicaciones étnicas y regionales, que convocan y suman a los excluidos...