José Santos Valdés y el Olimpo Pedagógico

La Jornada, 21 de diciembre de 2010

Está de moda declarar que la educación pública en México se encuentra en crisis. Ese es el nuevo mantra de la derecha empresarial y de los organismos financieros multilaterales. No se trata de algo inédito. En 1952 la Conferencia Nacional de Educación Primaria declaró que la escuela primaria atravesaba por la más profunda de sus crisis. Desde entonces se le ha repetido una y otra vez.

Lo novedoso en esta ocasión es el asalto de la derecha empresarial a la educación pública con el pretexto de su crisis. Ciertamente siempre le ha molestado el artículo tercero constitucional y en su momento se escandalizó con la educación socialista y los libros de texto gratuitos. Pero ahora, inspirada en lo que sucede en Estados Unidos, va por todo.

En un momento así es importante recuperar la vida y la obra del profesor José Santos Valdés, uno de los más imaginativos educadores que el país ha tenido. Él consideraba a los miembros del Olimpo Pedagógico como unos copiones que, en lugar de ahondar en nuestra historia de la educación, se pasan el tiempo hablando de lo que no saben hacer. Sostenía que tenemos una una práctica docente sólida, seria, de maestros que aceptan la teoría universal de la educación, pero no la imitan ni aceptan servilmente.

José Santos Valdés nació el 1º de noviembre de 1905 en Matamoros, Tamaulipas. Fue hijo de un peón de hacienda. Desde niño trabajó en ellas. Estudió en la Escuela Normal de Coahuila gracias a una beca. A los 16 años de edad padeció síntomas de tuberculosis por hambre.

En 1923 obtuvo una plaza de maestro rural. Le pagaban 2.50 pesos, tres veces el sueldo de los peones. Con ese dinero se compró su primer traje. El administrador y el mozo de la hacienda le amargaron la vida. Cuando le explicaba a los niños que las nubes son vapor de agua condensado, el administrador le replicaba: “Ustedes los maistrillos rurales son unos ignorantes. Enseñan mentiras y más mentiras. Las nubes sonde polvo”.

Un año más tarde continuó su formación como profesor de primaria. No quería ser un destripado. Se graduó en 1926. Muy pronto sacaría las primeras lecciones de su experiencia docente. “Entendí –escribió en su Autobiografía– que sólo puede ser accesible a los niños de manera completa aquello que no deja dudas o confusión en nosotros mismos.” Para él, lo que educa no es lo que se dice, sino lo que se hace, lo mismo con la puntualidad que con el trabajo. Los niños –concluyó– no resisten la fuerza del ejemplo...