La Jornada, 25 de septiembre de 2012
La noche del pasado 15 de septiembre las cámaras de televisión se volvieron ciegas y los micrófonos sordos. Las protesta de centenares de jóvenes que, empapados por el aguacero que cayó esa noche en la plancha del Zócalo, gritaron ¡fraude!, ¡fuera Peña! y ¡asesino!, y desplegaron mantas de denuncias, fue silenciada en las pantallas de televisión.
Sin embargo, los televidentes que vieron la ceremonia oficial del Grito la Independencia observaron cómo una multitud de luces verdes danzaban en el rostro de Felipe Calderón. Los rayos láser iluminando la cara del mandatario fueron la forma en que cientos de manifestantes le recordaron los miles de muertos provocados por su guerra contra el narcotráfico. La transmisión televisiva no tuvo forma de ocultar esas expresiones de inconformidad.
Apenas 12 horas después del Grito, varias decenas de estudiantes pertenecientes a #YoSoy132 protestaron en la Plaza de la Constitución durante el desfile militar del 16 de septiembre. Frente al balcón principal de Palacio Nacional levantaron una cartulina roja que decía: “Defiendan al pueblo, no a un narcopresidente”. En la plancha del Zócalo una manta rectangular color azul cielo recordaba: 80 mil muertos. A Felipe Calderón le gritaron ¡asesino!
Tres días más tarde, el 19 de septiembre, en el hotel Hilton Alameda, muchachos pertenecientes al movimiento interrumpieron a Felipe Calderón cuando hablaba en la novena Semana Nacional de Transparencia, gritándole ¡asesino/asesino!, y levantando pancartas en las que se leía: Estela de la corrupción y 80 mil muertes. Elementos del Estado Mayor Presidencial los sacaron del recinto de manera violenta y agredieron a uno.
En muchos estados y en ciudades extranjeras integrantes de #YoSoy132 realizaron protestas durante los festejos del 15 de septiembre o efectuaron ceremonias del Grito alternativas. Al menos en ocho estados fueron hostigados por la policía. En Tijuana grupos de choque propinaron una golpiza a los jóvenes. En Ensenada fueron apresados con violencia 19 estudiantes. En Poza Rica y Veracruz fueron detenidos 13 integrantes del movimiento. En Puebla las fuerzas del orden golpearon y arrestaron a 60.
Los actos de protesta juvenil suponen una gran valentía de quienes los ejecutan, pues implican un riesgo indudable a su seguridad personal. El peligro es real, no ficticio. Policías, golpeadores y políticos que les dan órdenes no son una quimera. Lo que están haciendo no es un juego. Si se arriesgan como lo hacen, es que su indignación debe encontrarse en una situación límite y su convicción sobre el sentido de su acción es firme...