La batalla de la Alameda

La Jornada, 04 de diciembre de 2012

La toma de posesión de Enrique Peña Nieto estuvo marcada por las dos caras de una misma moneda: por un lado, el supuesto acuerdo de la clase política en su conjunto; por el otro, las violentas protestas callejeras.

¿Cómo explicar que en el preciso momento en el que los dirigentes de los tres principales partidos políticos firman un Pacto por México el descontento contra Peña Nieto estalla violentamente en el Distrito Federal y estudiantes son golpeados en la ciudad de Guadalajara?

Por principio de cuentas, porque el Pacto por México es un acuerdo cupular, negociado en lo oscurito, no consensuado, que deja fuera a actores fundamentales de la vida política nacional. Fue signado cuando las heridas del pasado proceso electoral están aún abiertas. Jesús Zambrano, el líder del Partido de la Revolución Democrática (PRD), se sumó a él contra la opinión mayoritaria de su partido. Andrés Manuel López Obrador lo rechaza. Un muy amplio sector de organizaciones sociales lo detestan. Los dirigentes de Nueva Izquierda pueden firmar lo que quieran, pero ellos no representan al México de abajo.

Un primer aviso del descontento social existente en el país y de lo que podría suceder en la toma de posesión de Peña Nieto se tuvo el pasado 15 de octubre en Michoacán, cuando miles de ciudadanos enardecidos se movilizaron en Morelia para protestar contra la brutalidad policial.

El 1º de diciembre la violencia estalló por diversas razones. Eso, a pesar de que tanto la Convención Nacional contra la Imposición (CNI) como el movimiento #YoSoy132 y el Movimiento Regeneración Nacional (Morena) llamaron a efectuar una protesta pacífica. Dentro de la convención algunos grupos reivindicaron la realización de acciones directas, pero la posición oficial y mayoritaria fue siempre la de dar cauce pacífico y legal al descontento. Su intención era repudiar a Peña Nieto y formar un cerco humano contra las vallas en las que se atrincheró.

Por su parte, con prudencia, Andrés Manuel López Obrador convocó a una movilización pacífica en el Ángel de la Independencia, a varios kilómetros de San Lázaro y el Zócalo, donde se celebraban las ceremonias oficiales.

La violencia del 1º de diciembre surgió de la sumatoria de cuatro factores que terminaron generando un efecto avalancha. Estos son: 1) el inusitado y exagerado despliegue de fuerza policiaca, y la torpeza con que se condujeron las actividades de disuasión; 2) el enorme enojo de amplios sectores de la juventud y de la población organizada, alimentado por la violencia gubernamental; 3) la actividad de pequeños grupos de activistas antisistema, que decidieron realizar acciones directas ejemplares, amparándose en la presencia en las calles de movimientos sociales en los que ellos no tienen influencia política; 4) la infiltración de grupos de provocadores, que protagonizaron acciones de vandalismo...