La revuelta magisterial: ocho meses

La Jornada, 22 de octubre de 2013

Una profunda y persistente revuelta social desde abajo sacude a México. Son ya ocho meses de movilizaciones magisteriales ininterrumpidas. Desde que el pasado 25 de febrero los profesores de Guerrero se fueron al paro indefinido en rechazo a la reforma educativa, las protestas de docentes en casi todo el país no cesan.

No hay precedente histórico de una movilización gremial de esta magnitud. Los maestros parecen no fatigarse. Suspensión de labores, ocupación de edificios públicos, bloqueo de vialidades, campamentos en plazas públicas, marchas, eventos culturales, conferencias, mesas de negociación con autoridades se suceden unas a otras a lo largo de la geografía nacional.

En el horizonte cercano no se vislumbra el fin de estas acciones de desobediencia civil. El movimiento conserva su aliento inicial y su potencia. Apenas la semana pasada, los maestros de Zacatecas y Michoacán pararon labores indefinidamente, para sumar fuerzas con los de Chiapas. Veracruz es un hervidero. Los mentores de Quintana Roo, Yucatán y Campeche formaron una instancia de coordinación regional, celebraron un festival maya alterno al oficial y no paran de bloquear carreteras.

Este lunes, decenas de miles de maestros se ampararon contra las leyes secundarias en materia educativa. Muchos más lo harán en los próximos días. Aunque desconfían profundamente de la imparcialidad e independencia del sistema judicial, los profesores van a recorrer ese terreno de lucha.

El movimiento ha enfrentado en su contra una cruzada moral propia de la guerra fría. Falseando la verdad, se le asocia con organizaciones armadas. Se le presenta como un grupo violento que defiende privilegios ilegítimos y no derechos. Se ha acosado judicialmente a algunos de sus dirigentes, levantado actas administrativas y descontado salarios de maestros de base. Grupos de provocadores y policías han golpeado y encarcelado a quienes se inconforman. A pesar de ello, las protestan continúan.

Una insumisión colectiva de esta magnitud y perseverancia sólo puede responder a motivaciones muy profundas. Suponer que es resultado de pequeños grupos radicalizados o de excesivas concesiones gubernamentales al negociar con la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) es un absurdo. De ser correcto, hace ya tiempo que el descontento docente se habría esfumado o reducido a núcleos localizados de activistas...