Los usos de Octavio Paz 

La Jornada, 01 de abril de 2014

Los festejos por los 100 años del nacimiento de Octavo Paz se han convertido en una gran operación de Estado. Cada ceremonia gubernamental para convertirlo en prócer de la patria cava una fosa hacia sus potenciales lectores. Cada discurso oficial pronunciado lo aleja de los jóvenes. Cada iniciativa por convertirlo en una fría estatua de mármol conduce inevitablemente a que se pierda la calidez de una obra intensa y viva.

Curiosa ironía para un escritor que se reconocía en Sor Juana, la “intelectual que –escribe el poeta–, por fidelidad a la vocación, tiene una relación difícil, incluso desventurada con su medio. Sor Juana fue vencida pero su derrota fue la de un escritor independiente frente a una ideología cerrada y una clerecía despótica”.

La pretensión de canonizar al poeta como un intelectual de Estado, de hacerlo un oráculo postmortem para justificar las posiciones políticas actuales de quienes se asumen como sus herederos, es la peor manera de mantener viva su obra y su pensamiento. Por el contrario, además de disfrutar su poesía y aprender de su virtuosismo intelectual, es necesario examinar seriamente sus puntos de vista, comprender sin prejuicios lo que dijo, discutir sus ideas con franqueza.

No es para menos. Paz fue una figura central en la vida intelectual del siglo XX. Su poesía, sus ensayos y sus artículos dejaron una huella profunda en la vida político-cultural del país. Cuando fueron publicados sumaron elogios y precipitaron intensos debates. Hoy, casi 16 años después de muerto, lo siguen haciendo. Mal se haría en mistificarlo.

El poeta escribió muy críticamente sobre la izquierda y el socialismo. Lo hizo desde una perspectiva moral y política. Tuvo el mérito de ser uno de los pocos pensadores mexicanos que se aventuraron a reflexionar con profundidad sobre la naturaleza del socialismo realmente existente. La Unión Soviética y sus satélites –concluyó, en libros como El ogro filantrópico, Tiempo nublado y Pasión crítica– no era socialista, sino un régimen despótico totalitario, un vasto monopolio estatal con formas peculiares de uso, goce y disfrute de las riquezas y productos.

Su crítica incluyó al marxismo mismo. Paz objetó la existencia de leyes históricas, de una ciencia de la historia. Para él, la seducción del marxismo consiste en ser una filosofía del cambio que nos promete una futura edad de oro que ya en el pasado más remoto, el comunismo primitivo, contenía en germen. Sin embargo –sentenció–, el resultado final de la acción de los revolucionarios marxistas tuvo un desenlace distinto: construyeron un totalitarismo burocrático...