La Jornada, 01 de julio de 2014
De hinojos, atadas las manos sobre las espaldas, rodeados de militares y policías enmascarados, los autodefensas michoacanos que no se sometieron a la voluntad gubernamental no sólo fueron aprehendidos, sino humillados. Para que quedara claro el carácter ejemplar de su castigo, varios fueron trasladados a un penal en Nayarit.
Más lejos aún fue llevado su líder, el doctor José Manuel Mireles. Como si fuera uno de los criminales a los que él persiguió, fue enviado al penal federal de alta seguridad número 11, en las afueras de la capital sonorense.
En la costa michoacana, los policías comunitarios, muchos de ellos indígenas nahuas, respondieron al agravio bloqueando la carretera que une al estado a Guerrero y Colima. Algunos centenares de ciudadanos se movilizaron en Morelia y otras ciudades de la entidad para demandar la libertad del médico.
Simultáneamente se libró un nuevo pulso entre las redes sociales y la mayoría de los medios de comunicación, tanto escritos como electrónicos. Mientras decenas de miles de tuits con la etiqueta #LiberenaMireles expresaron la indignación ciudadana contra la aprehensión, una furibunda campaña de prensa demonizó al vocero de las autodefensas.
La detención de José Manuel Mireles hizo evidente el fracaso de una estrategia que buscó separar el comportamiento del comisionado Castillo de la política del gobierno federal. El médico insistió una y otra vez en que su lucha no era contra el gobierno, sino contra el crimen organizado. Criticó de manera sostenida y con amargura al comisionado Alfredo Castillo, pero fue cuidadoso con el presidente Peña Nieto.
La aprehensión de Mireles ha tenido, en lo inmediato, un costo alto para el gobierno federal. De entrada, lo convirtió en un justiciero inclaudicable, víctima de la intolerancia gubernamental. Cuando surgió como vocero de las autodefensas era un personaje de claroscuros. Lo mismo firmaba pactos con las autoridades que se zafaba de ellos. Sin embargo, a partir de ahora, para muchos, es un héroe sin matices. Su figura política creció. Es ya una figura nacional.
Por lo pronto, aunque no sea el único, es el preso político más famoso del sexenio. Las campañas nacionales e internacionales para pedir su libertad serán una molestia constante para la administración de Peña Nieto. La notoriedad que no han alcanzado los policías comunitarios de Guerrero injustamente detenidos, la tiene el doctor Mireles...