La Jornada, 08 de julio de 2014
Arnaldo Córdova fue un intelectual comprometido política y partidariamente. La política, decía, es el gran teatro de la vida y no hay más remedio que actuar en ella. A ese teatro se dedicó en cuerpo y alma. Lo hizo como un disidente, no porque quisiera serlo, sino porque los cosas en las que creía lo condujeron en esa ruta.
Hombre de izquierda, a la que definió como el estar con las causas del pueblo, no tuvo hígado para estar en el centro y menos en la derecha. Comenzó a militar en 1956, con menos de 18 años de edad, cuando se incorporó al Partido Comunista Mexicano (PCM). El organismo lo envió a China, a una escuela de formación de cuadros comunistas. Diez años después lo abandonó.
A los 25 años viajó a Italia con dos obsesiones: darse la instrucción intelectual que no había podido adquirir en Morelia, y las mujeres italianas. Regresó a México –escribió en La Jornada– con dos o tres ideas fundamentales y una hermosa y sabia esposa. Allí, Umberto Cerroni le enseñó lo que necesitaba saber para ser un científico social y un jurista. De ser gramschino se convirtió en gramsciano.
No obstante considerar que cuando la lucha política se hace desde la izquierda es dura y sumamente fatigosa, formó parte a lo largo de su vida de organismos de este signo. Militó en el Movimiento de Acción Popular (MAP) y el Partido Socialista Unificado de México (PSUM). Entre 1982 y 1985 fue un brillante diputado federal.
Fundador del Partido de la Revolución Democrática (PRD), terminó encontrando su lugar, primero en el movimiento cívico de López Obrador y después en Morena. AMLO –sostuvo el autor de La ideología de la Revolución Mexicana– ha hecho creer a millones de mexicanos en la buena política, honrada, sincera ante el pueblo y coherente consigo misma.
Arnaldo Córdova nunca se sometió a los partidos en los que militó. Polemista mordaz, durante los últimos años de su vida hizo críticas muy duras y amargas al PRD, partido en el que jamás encontró lugar para sí mismo y para todo aquello en lo que creyó.
Según él, la naturaleza del sol azteca es profundamente burocrática. Está muy lejos del proyecto que le dio origen. Nació como un partido de corte democrático y se convirtió en un conjunto multiforme y deforme de tribus y grupos mafiosos, un amasijo corporativista de corrientes que se disputan el poder interno y se lo dividen por encima de sus miembros. Era el partido más connotado de la izquierda mexicana y, debido al pragmatismo inmoral y desvergonzado de los grupos hegemónicos, terminó enfermo de centaverismo...