La Jornada, 15 de julio de 2014
A la escritora Nadine Gordimer la política la alcanzó muy joven en su natal Sudáfrica. Tenía apenas entre 10 u 11 años cuando cayó en cuenta de que pertenecía a un mundo blanco opresor. Una noche la policía entró, sin permiso, a la habitación de una trabajadora doméstica de su casa, en busca de alcohol, prohibido a los negros. Los padres de la pequeña lo permitieron. La experiencia la marcó para siempre.
Nacida en 1923 en el seno de una familia de clase media, Gordimer creció en una pequeña aldea minera cerca de Johannesburgo. Su padre, Isidoro Gordimer, fue un relojero judío letonio, polígloto, que emigró escapando de la pobreza; su madre, Nan Myers, fue una asimilada británica posesiva y controladora, atrapada en un matrimonio infeliz que nunca dejó de pensar en regresar a su patria.
Nadine estudió en un convento-escuela para niñas blancas y tomó clases de baile. A los seis años se forjó como lectora en la biblioteca local. “Eso –confesó– me perdió en los libros. Pronto fui pasando de la sección de libros infantiles a los que quisiera tomar. Cuando veo atrás, es increíble lo que llegué a leer en esa época.”
Consciente de su condición racial, cayó en cuenta de que: si hubiera sido una niña negra no hubiera podido ser miembro de esa biblioteca, no hubiera podido tomar ninguno de esos libros. Pienso, entonces, que si hubiera sido negra jamás hubiera llegado a ser escritora.
En 1945 entró en la Universidad de Witwatersrand en Johannesburgo, y se dedicó a la bohemia estudiantil, a estudiar literatura y a ser escritora. Escribir –diría más adelante– le da sentido sentido a la vida. A los 26 años publicó su primera novela: Face to face.
Pero no fue en la universidad ni en ninguna otra escuela donde aprendió a ser escritora. Para ella se nace con el impulso de serlo y la clave para que se despierte el don de la escritura es leer, leer y leer.
La escritura –explicó– es resultado de tu propio desarrollo, del desarrollo de tus propias emociones y, por supuesto, de tus relaciones con el mundo exterior, con lo social y lo político.
La necesidad de escribir viene de esos dos impulsos: de lo que te sucede dentro y de lo que te viene impuesto desde la sociedad, el país, la política, la moral.
La autora de El conservador se involucró en 1960 activamente con el Congreso Nacional Africano (CNA), que condujo la lucha contra el apartheid, después de que en Sharpeville la policía disparó contra una manifestación que protestaba contra el régimen de segregación racial y asesinó a 69 personas, niños y mujeres incluidos...