La Jornada, 09 de septiembre de 2014
En 1997 se realizaron en Sonora comicios para elegir gobernador, alcaldes y diputados federales y estatales. El Partido de la Revolución Democrática (PRD) obtuvo una votación de casi 23 por ciento. Un verdadero éxito. Tres años antes había conseguido apenas 3 por ciento.
En 1997 el PRD conquistó nueve presidencias municipales: Guaymas, Empalme, Cajeme, Huatabampo, Etchojoa, Benito Juárez, Navojoa, Bácum y Ures. También obtuvo seis diputaciones locales y dos federales.
Sin embargo, tres años después su influencia comenzó a caer en picada: alcanzó solamente alrededor de 17 por ciento de los votos en las municipales y 13 por ciento en las presidenciales. La pérdida de influencia siguió constante. En 2003 logró sólo 6.3 por ciento y en 2009 3.9. Sólo con la candidatura unificada de López Obrador en 2012 la tendencia pudo remontarse.
Tanto en 1997 como en 2003, el candidato a gobernador del sol azteca fue Jesús Zambrano. La clave del triunfo perredista de 1997 estuvo en la formación de una amplia coalición de fuerzas opositoras, que tenía en el pujante y masivo movimiento campesino del sur del estado su columna vertebral. Los dirigentes nacionales del partido visitaron la entidad en tres ocasiones y no escatimaron recursos para la campaña.
Entre otras causas, la explicación del descalabro de 2003 está en el dominio de Nueva Izquierda del aparato partidario en la entidad. Cuando esta corriente ganó la dirección del partido en la entidad e hizo a un lado a los liderazgos campesinos, el sol azteca se hundió. Sus componendas con el poder y su comportamiento faccioso alejaron a multitud de militantes de sus filas. Misterios de las tribus: a pesar de los pésimos resultados en su tierra, Jesús Zambrano fue elegido dirigente nacional del PRD.
Sonora es una metáfora de lo que es el PRD bajo la conducción de Nueva Izquierda. Los chuchos han hecho de la derrota en las grandes contiendas la posibilidad de su victoria dentro del partido; de las componendas con los gobiernos estatales y el federal la garantía de su permanencia como grupo, de la docilidad a los poderes fácticos la hipoteca de su sobrevivencia. Ellos son la izquierda que la derecha quiere, la que exaltan los intelectuales mediáticos como la izquierda moderna que el país necesita.
Dependiente de su relación con el poder, que le garantiza los recursos para la continuidad del aparato partidario, Nueva Izquierda necesita de la alianza con Alternativa Democrática Nacional (ADN) para tener la hegemonía dentro del sol azteca. ADN es una eficaz maquinaria clientelar y corporativa con una fuerza de masas real en, por ejemplo, el estado de México...