La Jornada, 25 de noviembre de 2014
Pasan los días y sus hijos no aparecen. Un día las autoridades les dicen una cosa y al siguiente otra. Y las versiones que les dan no concuerdan con las evidencias disponibles. ¿Por qué los padres de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa le van a creer al gobierno?
En un primer momento, los funcionarios aseguraron que los muchachos estaban escondidos como presión política. Afirmaron que se encontraban a salvo en algún lugar de la sierra o en un rincón de su escuela. Así transcurrieron días valiosos para encontrarlos con vida, sin que se les buscara en serio. Muy pronto quedó claro que eso no era cierto. Pero ninguna autoridad se disculpó con los padres por esa mentira. Nadie tuvo la humildad de confesar que se equivocó.
La noche del 5 de octubre la historia oficial cambió. Iñaki Blanco, procurador de Guerrero, informó que dos detenidos habían confesado el asesinato de 17 de los 43 normalistas. Según él, Martín Alejando Macedo Barreda, vendedor de narcóticos, y Marco Antonio Ríos Berver, sicario de Guerreros unidos, revelaron que ellos los ejecutaron por órdenes de un personaje apodado El Choky.
Días más tarde, los testimonios de los homicidas se filtraron a la prensa. El Gaby, uno de los verdugos, declaró ante el Ministerio Público: “Yo participé matando a dos de los ayotzinapos, dándoles un balazo en la cabeza, y no son de los que quemamos, están enteritos… la forma de matarlos fue ancados y les disparamos por un lado de la cabeza”. Esto –dijo otro– por andar de revoltosos.
Uno de los homicidas, Martín Alejandro Macedo, reveló: “Recibí la instrucción de dispararles (a los normalistas) por parte del Choky; los disparos que les realizamos fue en el centro de Iguala…El Choky pidió apoyo a la policía municipal, por lo que supe que El Choky sí alcanzó a chingar a varios ayotzinapos, ya que se estaban poniendo muy locos; una vez que se comienzan a bajar los estudiantes comienzan a correr y logramos asegurar a 17, los cuales subimos a nuestras camionetas y los llevamos a la casa de seguridad donde los matamos inmediatamente ya que no se querían someter y como eran más que nosotros, El Choky dio la instrucción que les diéramos piso…”
Pero casi un mes después, mientras aparecían cadáveres y más cadáveres sin nombre en multitud de fosas clandestinas alrededor de Iguala y las autoridades buscaban que las cifras de los normalistas muertos cuadraran, la versión gubernamental de los hechos volvió a modificarse. Las autoridades nunca aclararon por qué quienes confesaron los asesinatos mintieron. Simplemente hicieron borrón y cuenta nueva...