Tormentas sexenales

Tormentas sexenales

El Cotidiano 62, mayo-junio, 1994

La disputa por Zapata ha cerrado un círculo en la política nacional. Las reformas de la actual administración, por más necesarias que parecieran haber sido, fueron impulsadas de manera vertical y autoritaria, y acabaron por crear un modelo de modernización excluyente. Por más que hayan querido arroparse con la imagen del caudillo del Sur han terminado generando un extendido malestar campesino. Y por más que hayan pretendido mostrarse como reformas campesinas, pocas, muy pocas fuerzas campesinas están de acuerdo con ello. Curiosamente, la oposición a estas reformas abrió un nuevo ciclo de luchas democratizadoras. Tal y como hace más de siete décadas sucedió con Zapata.

A pocos meses de que la administración de Carlos Salinas de Gortari termine, los mismos fantasmas que dieron señal de arranque a las protestas masivas contra su candidatura como candidato a la Presidencia de la República se han vuelto a hacer presentes. Efectivamente, si el malestar campesino que se precipitó en La Laguna durante 1988 en contra del futuro Jefe del Ejecutivo, obligándolo a pasar una de las noches más amargas de su campaña electoral en el ejido de Batopilas, evidenciaron las turbulencias que soplaban en el subsuelo del mundo rural y preparó el terreno para el ascenso electoral del cardenismo, hoy, a casi seis años de distancia, la protesta de los indígenas chiapanecos que se hicieron del control militar de San Cristóbal de las Casas y cuatro cabeceras municipales más en la madrugada del año nuevo de 1994, han evidenciado el profundo malestar que atraviesa al conjunto del país al tiempo que anuncian la más disputada sucesión presidencial del México contemporáneo.

El incendio del campo mexicano, del que la explosión chiapaneca es sólo una parte, ha provocado la peor crisis política del sexenio y ha terminado por opacar muchos de los resultados exitosos de la actual administración. El hecho no puede dejar de ser significativo. Primero que todo, porque no deja de ser irónico el que la explosión rural en marcha que ha tomado la bandera de Zapata y el zapatismo como símbolo de su lucha, tenga lugar precisamente durante la administración que ha proclamado haber realizado la reforma campesina más profunda y que ha izado, una vez tras otra, la misma bandera de quienes hoy protestan: la de Zapata y el zapatismo. Segundo, porque muestra con toda claridad, que las reformas al agro impulsadas desde la administración pública pudieron circunstancialmente ser avaladas por las direcciones de algunas organizaciones campesinas nacionales o aprobadas incluso por el Poder Legislativo, pero estaban muy lejos de contar con el aval de los propios campesinos. Tercero, porque evidencia, con absoluta claridad, la enorme importancia que para la estabilidad política del país tiene la cuestión rural, a pesar del hecho de que allí se concentre poco más de la cuarta parte de la población económicamente activa. Cuarto, porque señala los riesgos implícitos de la vía de modernización vertical, autoritaria y excluyente aplicada por la actual administración, así como de los conflictos que surgen de pretender reformar la economía sin democratizar sustancialmente al país.

La pedrada en el parabrisas

El levantamiento campesino-indígena de Chiapas articulado en tomo al EZLN despojó, de tajo, a la actual administración de las banderas del zapatismo con las que había buscado cubrir sus reformas...