La Jornada, 22 de abril de 2014
“No te metas en pendejadas”, le advirtió un día de 1995 Rubén Figueroa Alcocer, entonces gobernador de Guerrero, al líder campesino Zohelio Jaimes Chávez. De la cárcel te puedo sacar, pero de la tumba no, remató.
Zohelio Jaimes era dirigente de la Coalición de Ejidos de la Costa Grande de Guerrero (Cecgg), una combativa organización de campesinos pobres cafetaleros de los municipios de Atoyac, Coyuca y Tecpan. El EZLN lo había nombrado su asesor en los diálogos de paz de San Andrés. Y, apenas dos años antes, aparecía en listas gubernamentales como el segundo guerrillero más peligroso del país.
Zohelio era un guerrerense alto, de complexión robusta, tez morena y pelo y barba negras, hasta que las canas la blanquearon. Hablaba con acento costeño, sin prisa y con precisión. Solidario y generoso, era un líder campesino sobresaliente en una tierra en que los dirigentes sociales se dan generosamente.
La amenaza del gobernador Figueroa no era cosa nueva para él. Con 16 años de edad fue arrestado el 2 de octubre de 1968. Tres días después salió libre. Casi cuatro años más tarde, el 16 de julio de 1972, fue detenido nuevamente, en casa de sus padres, en San Francisco del Tibor, en Atoyac. No podía caminar bien: 12 meses antes se había lastimado la pierna al hacer deporte.
Ese día, el Ejército cercó San Francisco y cerró todos los caminos. Tomó prisioneros a 35 habitantes, incluido el padre de Zohelio, quien era el comisario ejidal. Los concentró en la cancha de basquetbol y se los llevó presos. Los uniformados querían venganza. El 25 de junio, la guerrilla de Lucio Cabañas había tendido la primera emboscada contra las fuerzas armadas.
En este arresto, Zohelio no tuvo la misma suerte que en el primero. Durante 11 días, Arturo Acosta Chaparro lo torturó salvajemente en el cuartel de Atoyac. Luego se lo llevaron a la cárcel número uno de Acapulco y lo siguieron torturando. Le dieron toques eléctricos en los testículos, lo ahogaron en agua y lo golpearon. Querían que firmara un documento reconociendo su participación en la emboscada. Sin prueba alguna en su contra, lo sentenciaron a 28 años de cárcel. Estuvo preso durante cuatro años y cinco meses, hasta que finalmente salió de prisión al final del sexenio de Luis Echeverría...