La Jornada, 09 de diciembre de 2008
El 4 de diciembre de 1998, a los 70 años de edad, falleció Mónico Rodríguez. Con los acordes de Tampico Hermoso y La Internacional, interpretados por la banda Atlacholoaya y la bandera roja con la hoz y el martillo cubriendo su féretro, sus parientes, camaradas y amigos le dieron la despedida.
Tornero calificado, experto en la fragua, organizador sindical, peluquero fracasado, ceramista, inventor y fabricante de un cañón antiaéreo, pintor, laudero y dirigente comunista, Mónico Rodríguez perteneció, tal como lo dijo de su amigo y compañero Rubén Jaramillo, a la estirpe de los indómitos. Aunque nunca tuvo poder o fama, durante años su nombre fue una leyenda entre los luchadores sociales de Morelos y el sur de Puebla, que lo visitaban en su casa y taller mecánico de Chiconcuac, Morelos, para enterarlo y escuchar sus consejos.
Nació en Torreón, Coahuila, el 13 de abril de 1918. Su ombligo quedó enterrado en el patio de la vecindad en que vivía su familia. Su padre, Samuel, fue un simpatizante magonista que se unió a las filas de la División del Norte durante la Revolución y luego se hizo comunista. Obrero ilustrado, medio filósofo y medio poeta, leguleyo, pendenciero y tomador, Mónico aprendió de él las primeras lecciones de la lucha de clases.
La vida de Mónico transcurrió entre sentimientos ambiguos de admiración y rechazo hacia su padre. La magia de su arrolladora personalidad se desvanecía a los ojos de su hijo cuando maltrataba a su madre. “Yo le daba la razón a él –decía a propósito de las diferencias religiosas entre sus progenitores–, pero se la negaba cuando la golpeaba.”
Junto a su familia viajó por varias regiones petroleras del país y sufrió todo tipo de privaciones. A los 14 años terminó el cuarto grado de primaria. La colección de El Machete –el periódico del Partido Comunista Mexicano (PCM)– fue su biblioteca y diccionario. En sus páginas se enseñó en política, cultura, poesía, economía e historia. Estudió marxismo en El a, b, c del comunismo, de Bujarin. Aprendió de su papá que el “comunismo es el arte y la ciencia de la liberación del proletariado”.
Con 15 años de edad cumplidos entró a trabajar al ingenio de El Mante, rechazando una beca para continuar sus estudios en la ciudad de México. Cuatro meses más tarde se convirtió en aprendiz de mecánico, a pesar de que su padre le decía: “vale más ingeniero chambón que obrero chingón”. Anhelaba rescatar a su madre de los maltratos de su esposo...