La Jornada, 10 de marzo de 2015
Para Vicente Estrada Vega, Ayotzinapa es todo. Son las raíces. Es el sentimiento que tiene uno hacia los demás. Es un aroma. Es el olor de sus campos a cilantro, guayaba y mango. Es la majestuosa vista de los volcanes al subirse al cerro y la sensación del enorme chorro de agua sobre su cuerpo después de jugar basquetbol en las canchas de la escuela.
Vicente tiene 78 años y estudió la secundaria y parte de la carrera para maestro de primaria en la Normal Rural Raúl Isidro Burgos. Como tantos otros de sus compañeros en la escuela, desde que vino al mundo nació para luchar. Allí conoció e hizo amistad entrañable con Lucio Cabañas. Él cree que Ayotzinapa es hoy la cuna de la inquietud social en México.
Su padre fue minero en Taxco. Su vida fue devorada por la silicosis. Murió con la tos seca. Nunca fue recompensando con nada. Tuvo que conformarse con tener empleo durante algún tiempo. Hasta allí llegó su existencia. Falleció en 1949 y dejó cuatro hijos huérfanos y una viuda.
Donde Vicente nació había una vereda por la que pasaba todas las mañanas. Allí le llegaba el olor del cianuro, que venía de uno de los lugares en los que depositaban los jales de la mina. La tierra estaba envenenada por todos lados.
Gran parte de su niñez la hizo en la zona de Ayotzinapa. Estudió la primaria en el internado de Tixtla, Adolfo Cienfuegos y Camu. Por allí pasaron cuatro hermanos. Era la única institución que les daba posibilidades de tener el sustento y estudios. La vida le enseñó lo que es la pobreza y la contaminación en carne propia.
Huyendo de la condena de tener que ser eternamente fiel a su difunto, su madre se trasladó a La Merced, en la ciudad de México. Al terminar la primaria él la siguió. A los 14 años se hizo obrero en la fábrica de muebles Excélsior. Allí vislumbró a lo que tendría que enfrentarse en adelante: no podría salir de ese mundo si no buscaba otro camino que le diera perspectiva.
Encontró entonces, no sin dificultades, la forma de entrar en la Normal de Ayotzinapa. Estudió para maestro porque de por sí no había otra cosa. En la escuela tuvo un lugar para acostarse, donde estudiar y el alimento de cada día. Ninguna otra institución escolar ofrecía esas facilidades.
Como tantos otros condiscípulos, Vicente se convirtió en líder en la Raúl Isidro Burgos. Nunca en su vida había sido nada, pero en Ayotzinapa ganó el comité de la sociedad de alumnos. Él no sabía hablar, pero cuando llegaba a los pueblos le decían: A ver, el estudiante-escuelante que está aquí, que nos diga algo de la escuela. Y él empezaba a titubear, y se sentía obligado a reflexionar en voz alta sobre los problemas que ellos querían escuchar...