La jornada, 03 de septiembre de 2002
Hoy hace 21 años, siete meses y tres días que te asesinaron. Era el viernes 30 de enero de 1981 a las siete de la tarde. Cerca de 150 compañeros del Consejo Central de Lucha (CCL) del valle de México estaban reunidos en la Normal Superior de la ciudad de México cuando recibieron la noticia. Consternados y llenos de ira suspendieron la reunión y se trasladaron a Ecatepec. Fueron ellos los que llamaron por teléfono a varios de los dirigentes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) para dar las malas nuevas.
Esperaron toda la noche tu cadáver. Hasta las cinco de la mañana lo entregaron. No te querían hacer la autopsia. Finalmente, iluminados por una lámpara de gas, la realizaron en un panteón. Llevaron tu cuerpo a tu casa.
Uno de los maestros que te acompañaban en la asamblea de padres de familia que realizabas en Tulpetlac el día de tu muerte contó, impotente y lleno de rabia, lo sucedido: "No se oyó nada. Fue como si estuvieran tronando cohetes muy pequeños. Me di cuenta de que había sido herido hasta que cayó al piso, boca abajo. Escaparon en un LeBarón blanco. Pudimos haberlos detenido, bloqueando la calle o rompiendo los cristales del auto, pero no se oyeron los disparos y por eso cuando nos dimos cuenta ya el coche doblaba la esquina a toda velocidad".
Un alto funcionario de la SEP llamó alarmado en la noche. "Ya cayó uno. Que no caigan más. Detengan ese paro", pidió. Su voz era de alarma genuina. Pero nadie podía frenarlo. Menos aún, después de tu homicidio. El movimiento, además, era incontrolable para los partidos, grupos políticos o para cualquier persona que quisiera desviarlo. El 2 de febrero estalló el paro indefinido y el plantón.
El sábado nos encontramos en la Normal Superior para discutir los estatutos del sindicato. No pudimos analizar mucho. El ambiente era pesado, doloroso y muy poco sereno. Un día después, cerca de mil personas participamos en una marcha fúnebre y cargamos tu féretro. Venganza era la idea que rondaba en la cabeza de muchos.
Durante los primeros días no estuvo claro quién era el responsable intelectual de tu muerte. Tenías muchos enemigos grandes. Habían afectado importantes intereses. ¿Los caciques de Tulpetlac? ¿Carlos Jonguitud Barrios? ¿Ramón Martínez? ¿Elba Esther Gordillo? La policía judicial encargada del asunto le dijo a un compañero tuyo y a tu viuda: "No se extrañen de que los asesinos del profesor sean gentes muy cercanas a él"...