La Jornada, 15 de junio de 2021
“Volví a nacer”, dijo el maestro rural Ezequiel Reyes Carrillo a la asamblea nacional de la CNTE el 12 de junio de 1982. No exageraba. Unos meses antes, a finales de 1981, cerca de la Central Camionera de la Ciudad de México, fue secuestrado por agentes de la Dirección Federal de Seguridad, encabezada por Miguel Nazar Haro. Durante cuatro meses estuvo desaparecido y fue torturado. La incesante movilización magisterial lo rescató con vida.
No tuvo la misma suerte el profesor Juan Carlos Mendoza Galóz, fundador de escuelas populares en Ciudad Nezahualcóyotl, como la Niños Héroes, en la colonia Sol. Tampoco Austreberta Hilda Escobedo, compañera de lucha de Juan, levantada por la policía un día después. Ellos continúan desaparecidos.
Ezequiel nació el 10 de abril de 1950, en San Miguel Tlaixpan, Texcoco. Ironías de la vida, un 10 de abril fue asesinado Emiliano Zapata, y a Cheque sus compañeros lo llaman Zapata, en parte por su profuso bigote negro.
Reyes Carrillo estudió en la Escuela Normal Rural de Tenería, adonde entró con el aval de una carta del ejido. Allí entabló estrecha amistad con Misael Núñez Acosta, asesinado por pistoleros a sueldo contratados por el SNTE, 11 meses antes de que él fuera secuestrado. Como estudiante, se ganaba la vida con un grupito musical llamado Coco Seco y sus Estrellas, que interpretaba canciones de la Sonora Dinamita en ferias de los ranchitos y en un hotel de lujo de Ixtapan de la Sal.
A Zapata, además de la influencia de la revolución cubana, le tocó vivir en Tenería el movimiento estudiantil-popular de 1968. “Nos fuimos a la huelga –cuenta. Agarrábamos un autobús y veníamos a México a las marchas. Estuvimos en la que partió del Museo de Antropología y muchas más. Éramos un contingente pequeño, pero participamos abiertamente. Y salíamos a informar a las rancherías.”
Ezequiel se ve a sí mismo y los maestros rurales de su generación como producto de los viejos profesores cardenistas. Esa fue la corriente ideológica que los formó y en la que adquirieron un lenguaje común. En la escuela, la mayoría de los catedráticos estaban más o menos cortados por esa tijera; se habían formado en el periodo del general o bajo su influencia. Imbuían a los estudiantes de ese espíritu de lucha, de combate y de atender las necesidades de las comunidades. Ese era el pan de cada día.
Los normalistas rurales estaban preparados para ir al campo a trabajar. No sólo dar clases en la escuela, sino en los poblados, como líderes comunitarios, para organizar las necesidades del pueblo, hacer cooperativas y exigir que el gobierno proporcionara servicios básicos. “La política cardenista para las normales rurales consistía en formar líderes de la comunidad –asegura. Por eso, muchos egresados de esas escuelas son líderes comunitarios.”...