La jornada, 12 de abril de 2005
Lo sabes: tu política es el arte de comer mierda mientras sonríes. "Delicioso", dices con cara de estar probando un plato salido de la cocina de los mismos ángeles, mientras te llevas otro pedazo de excremento a la boca. Por eso te levantaste jubiloso de tu curul y abrazaste a tu compañero de bancada este 7 de abril, después de que habló a favor del desafuero de Andrés Manuel López Obrador.
Nadie tiene que decírtelo: la política es un negocio en el que hay haberes y deberes y todo favor que te hagan desde arriba debes pagarlo religiosamente. No puedes ignorarlo en este momento. Así has labrado tu porvenir. De ello depende tu futuro. Por eso este jueves, más allá de tus convicciones -¿tendrás acaso todavía en qué creer?-, era el momento de pagar viejas facturas. Te llamó tu gobernador, te marcó tu compadre, te lo recordó tu señora. Y así, este jueves, pagaste tu deuda sin dudarlo.
Tú lo temes: incumplir tus compromisos con quienes te designaron es, en el mejor de los casos, sacar boleto a la congeladora. Y, además, tienen tu expediente, es decir, tu reputación. Allí están con memorandos y fotos el recuento pormenorizado de tus pasiones, de tus negocios, de tus veleidades políticas. Es la hipoteca de tu futuro.
Llegaste a San Lázaro este jueves sabiendo qué votar. No tenías duda de qué hacer durante esos 10 largos minutos en los que deberías apretar el botón de tu sufragio. No ibas a cometer una pifia. Ni siquiera pensabas en ausentarte para ir al baño. Tú eres parte de la mayoría, y la mayoría no se equivoca. Yerra, sí, el que se opone a ella.
Te dijeron que eres hijo de Victoriano Huerta. Pero no te importa. Nadie mejor que tú sabe que el Chacal se equivocó no por asesinar a Madero y Pino Suárez sino por no haber sabido mantenerse en el poder. Su error no es haber traicionado a la República sino no haber sabido ganar. De haberse conservado en el poder Victoriano Huerta sería el nombre de muchas avenidas y Madero y Pino Suárez apenas de pequeñas calles.
La historia, lo sabes, es tan sólo esa señora envuelta en la bandera nacional que salía en la portada de los libros de texto gratuito en los que estudiaste durante la primaria. ¿O -no lo recuerdas muy bien- acaso esa distinguida dama era la Patria? Está bien para ser mencionada en los discursos, pero no para sacar ejemplo de ella. Después de todo, la escriben los que la ganan. ¿De qué les sirven a los muertos sus estatuas? No yacen mejor en sus tumbas quienes reciben homenajes que aquellos a los que no se rememora. El santoral laico sirve para los escolares, para quienes abrazan una causa, para los que necesitan de una inspiración, pero no para ti. Los muertos, por más héroes que hayan sido, no ejercen el mando, no reciben obediencia, no chupan, no beben, no hacen el amor.
Tu política es asunto de los vivos. Y el centro de su quehacer es el poder. Quién lo tiene y quién carece de él. ¡Qué bueno que la historia absuelva!, pero a ti te tiene sin cuidado. Tú prefieres ser recompensado en vida...