Doris Lessing: tan buena como los hombres, sólo que mejor

La Jornada, 19 de noviembre de 2013

Escritora, mujer de izquierda, Doris Lessing fue, hasta el último de sus días, una figura tan irreverente como intensa. Convencida de que su misión en el mundo era escribir, rechazó sistemáticamente los intentos de canonizarla en vida. “Todo lo que ocurre –escribió en Un paseo por la sombra– es que los admiradores y discípulos desilusionados atacan injustamente lo que antes habían venerado.”

Ajena a cualquier convencionalismo, franca y directa, de algún modo cínica, su escepticismo hacia los homenajes y honores fue radical. Cuando le comunicaron que había ganado el premio, contestó: ¡Oh, Dios! No me importa para nada. No puedo decir que me abruma la sorpresa. Y para marcar claramente su distancia agregó: Tengo 88 años y no pueden darle el Nobel a alguien muerto, así que probablemente pensaron que lo mejor sería concedérmelo antes de que muera repentinamente.

Doris Lessing llegó al Londres de la posguerra en 1949, a los 30 años de edad, con un hijo pequeño y 150 libras esterlinas en el bolsillo. En esa ciudad recuperó la manera infantil de ver y percibir las cosas. Llevaba con ella el manuscrito de su primera novela, Canta la hierba, que, a diferencia de muchas de sus obras posteriores, no es autobiográfica. Nacida en Persia en 1909 y criada en Rodesia del Sur (hoy Zimbabue), dejaba tras de sí dos matrimonios, dos divorcios y dos hijos de su primera unión.

El tema central de Canta la hierba es una historia de amor entre un hombre negro y una mujer blanca y los tortuosos y sobrentendidos códigos de comportamiento de los colonos blancos. El editor le pidió que cambiara la trama y ella se negó a hacerlo por considerarlo una hipocresía. A pesar de ello, el libro fue publicado.

No fue la única ocasión en que algo así le sucedió. En sus inicios, Lessing fue presionada para que escribiera sobre temas con los que no estaba de acuerdo. Ella lo rechazó, a pesar de que necesitaba el dinero para sostener a su hijo. “Su opinión personal no cuenta –le reviró el director de un diario–; los periodistas deben saber escribir de manera persuasiva sobre cualquier cosa.” Lo mandó al diablo. Ella sabía desde muy joven que era una escritora.

Doris Lessing fue una mujer extraordinariamente libre. Los dos tomos de su autobiografía dan cuenta de ello sin ningún remilgo. Fue capaz de sentarse a trabajar cada día, de ocuparse de su hijo, de adaptar su vida a las circunstancias. Bebió generosamente y llegó a fumar 50 o 60 cigarrillos al día, hasta que finalmente lo dejó. Fue lejos en el terreno de la libertad sexual. Su estilo de vida pudo haber sido juzgado como decadente, corrupto, incluso degenerado. No le importó. Por el contrario, batalló cada día para ganarlo y conservarlo...