Café: la pobreza de la riqueza/la riqueza de la pobreza

Café: la pobreza de la riqueza/la riqueza de la pobreza

El Cotidiano 81, enero-febrero, 1997, pp 91-112

El círculo producción-pobreza es un círculo perverso. Y lo es, no sólo por la ironía que supone ser pobre produciendo riqueza, sino porque este círculo no puede romperse sólo desde dentro, es decir, desde la esfera de la producción campesina. La obtención de mayores ingresos por medio del café requeriría de mejores precios para el grano o de mayores niveles de productividad. Ciertamente se pueden lograr mejores precios desplazando a los intermediarios tradicionales y comercializando a través de empresas campesinas propias, pero los ingresos que se pueden obtener por esta vía, difícilmente superan un 20% de lo que se puede obtener esa organización.

Las caras de la moneda

Dos caras de la misma moneda, la producción de café en México es, simultáneamente, fuente de riqueza y de miseria. Durante 1996 las exportaciones del aromático generaron en México divisas por alrededor de 660 millones de dólares. Al mismo tiempo, la mayoría de quienes lo produjeron, tuvieron, en el mejor de los casos, ingresos equivalentes a un salario mínimo diario, insuficientes para vivir.

Tal ironía es fruto, en parte, de una paradoja previa. El café, producto agrícola de plantación, cultivado en sus orígenes mexicanos por grandes finqueros, convirtió durante este siglo en un producto campesino sembrado por minifundistas indígenas. En México, una parte sustancial de la producción cafetalera es campesina, y, por lo tanto, a pesar de que su destino final es el mercado -y no el autoconsumo- su lógica está marcada por la economía campesina y la persistencia de prácticas agrícolas tradicionales.

El surgimiento en los países desarrollados de un movimiento de solidaridad con los pequeños productores de las naciones subdesarrolladas, y el florecimiento de una creciente conciencia ambiental y de la necesidad de conservar la biodiversidad, han provocado el desarrollo de nuevos mercados. En ellos, una capa de consumidores del primer mundo adquieren mercancías guiados por criterios de conciencia. Comprar se ha vuelto para ellos una acción guiada no sólo por los principios de calidad, sanidad y precio, sino, también, por la defensa del medio ambiente y la retribución justa a los productores directos.

En síntesis, de la conjunción de la pobreza de los pequeños productores rurales y la lucha por combatirla, de la producción campesina, de la persistencia de la agricultura tradicional, del surgimiento de mercados alternativos basados en la solidaridad y la conciencia ambiental se ha producido un nuevo fenómeno: el que une la producción sustentable a los nuevos mercados. En él se encuentran contenidos no sólo prácticas alternativas novedosas sino, también, elementos de un nuevo modelo civilizatorio, de una nueva utopía.