
El Cotidiano 51, noviembre-diciembre 1992
Visto desde el desierto del sindicalismo mexicano, el proceso de transición del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación ( SNTE) brilla por su excepcionalidad. En muy pocas instituciones gremiales de nuestro país la presión desde abajo y las reformas desde arriba han podido encontrar un terreno ocasional de convergencia que se traduzca en una democratización de la vida sindical crecientemente pactada y en el fortalecimiento del agrupamiento gremial.
Introducción
La transición sindical, desatada como resultado de la renuncia de Jongitud Barrios y el ascenso a la secretaría general del sindicato de Elba Ester Gordillo, ha sido desigual y compleja. El proceso ha durado ya más de tres años y dista aún de haber terminado.
En el camino se han decantado nuevas corrientes y proyectos sindicales. El grueso de los antiguos vanguardistas cambiaron de ropajes y pasaron a autonombrarse primero institucionales y luego sindicalistas. Mientras tanto un sector de ellos, jefaturado por el ex-secretario general Jaimes Aguilar, se ha mantenido leal a Jongitud. La CNTE se encuentra trenzada en una desgastante lucha interna protagonizada por el sector "histórico", y el sector "radical". Ha aparecido también en el espectro, arropada desde las alturas de la jerarquía sindical, una corriente que se reclama democratizadora, "Nuevo Sindicalismo" y que pasa a ocupar los espacios que la CNTE deja por su radicalidad a la derecha, y el terreno a la izquierda no ocupado por los institucionales. Y, mientras tanto, miles de maestros, se mantienen ajenos a estos proyectos y, en muchos casos, a la vida sindical misma.